Carta del yo futuro al yo presente



Pequeño,

El riesgo ya está asumido. Esto es una de sus mil caras. La más perversa y la más sincera pero la más cruel y confusa. Sé que no ha sido fácil, que te has remendado como has podido, que no sabías ni el hilo, ni la aguja, ni el color, ni siquiera dónde necesitabas las puntadas. Sé que te has hecho muchas preguntas, que te las sigues haciendo y que no toda respuesta es válida. Conozco esa sensación de comenzar de cero a cada paso, a cada remiendo, a cada riesgo. Por eso mismo sé que no te vas a cansar de intentarlo, de darte, de regalarte, de ser tú; porque eres un romántico empedernido y quizás sea una de las cosas más preciosas que tienes. Estoy casi seguro que ha sido una de las lecciones más importantes que tu mochila te ha impartido. Es verdad, no eres especial, pero sí auténtico y en cierta medida único. Sólo tú has aguantado vientos, mareas, tempestades y has sabido disfrutar del césped bajo los pies, de una sonrisa honesta.

Te admiro pequeño. Admiro tu valor, tu incansable latido, tu duende, tu mirada. Admiro tu forma de aparcarte, de regalarte , de buscarte y de conocerte. Envidio tu honestidad, tu magia, tus cuidados, tus mimos.

Hoy te detienes, el mundo continúa girando. Ese tiempo, al que tanto odio tienes, sigue latente ajeno, como siempre. Hoy es un mal día. No será el último y menos para ti. Hoy olvidas cómo sonreír, cómo disfrutarte o cómo arroparte y comprenderte. Hoy te enfadas contigo, te preguntas qué narices estás haciendo, te increpas, te recuerdas tomando el riesgo, te lamentas y te castigas.

Yo, pequeño, tan sólo estoy aquí para acompañarte. No puedo hacer mucho más que seguir queriéndote, escuchándote, admirándote… en fin, mimándote. Te comprendo y no te juzgo, yo no soy mejor. Pequeño, recuérdalo, estamos solos en esto, solos entramos, solos nos arriesgamos, solos nos buscamos y cuidamos, nos equivocamos, nos aprendemos. Solos hemos llegado hasta aquí, sea cual sea el momento en el que releas estas palabras.

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