Hay un bigote que apareció hace poco y no deja de acariciarme el pensamiento. Está algo destartalado y despeinado, fue culpa de vientos que lo mecieron hace mil experiencias; pero no pincha ni rasca, sólo sonríe.
Ese bigote no tiene más que una mochila de palabras y lenguas de lo más extrañas. Le gusta mancharse durante el desayuno y dejarse llevar por lo que pueda pasar. Disfruta dejándose ser. Esconde besos que nunca olvidó. Palabras que nunca escuchó. Ritmos que siempre bailó. Sonrisas que cuando pudo, robó.
Ese bigote vive entre niños y literatura. Viaja. Vuela. Crece y madura.
Ese bigote puede que nunca vuelva, pero ese bigote nunca olvidará.
Comentarios
Publicar un comentario