Tan sólo por un momento me congelo. Todo mi cuerpo deja de responder a cualquier estímulo y ya sólo existe mi respiración, lenta, continua que me mantiene enganchado a la realidad de una vida de ficción donde todo parece de cartón pluma, plástico y asco.
Hay cosas que se tornan verdes. Diferentes tonos cubren cada recoveco dando profundidad a esas cosas que, ahora verdes, siguen sin mostrar relieve.
Hay cosas que se encienden rojas. Un intenso rojo férreo las cubre y las contrasta con el resto de cosas que quedan en ridículos tonos grises ante ese rojo majestuoso, brillante, vibrante.
Respiro una vez más, y algo ¿verde? me dice que mi daltónico romanticismo acaba de jugarme una mala pasada.
Comentarios
Publicar un comentario