La Paradoja de la Pelusa

Cuando algo se rompe, cae y estalla en mil pedazos (o en tres), siento la necesidad imperiosa de detener cualquier actividad paralela para prestarle atención. Recojo los trozos, busco bajo la cama piezas que pudieren haberse deslizado aprovechando el estruendo del estallido. Analizo meticulosamente los daños, y me surge la pregunta ¿se puede arreglar?

Pues bien, hoy la pregunta fue distinta. ¿Y si lo dejo estar roto un tiempo? Quizás sea la única manera de mantenerlo a salvo de otro estallido, de otra caída. Quizás así aprenda, si es tiene esa habilidad, que hay partes y componentes que no son elásticos y que nunca recuperarán su forma original. Y esas nuevas formas, esos conjuntos, podrían hacerle perder lo maravilloso de su esencia.

Paradójicamente, esa esencia consiste precisamente en su capacidad de estallar sin remilgos, de disfrutar la caída al abismo, de luchar con las pelusas, de equivocarse y haberlo disfrutado.

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