Hubo un tiempo en el que decidí hacer la maleta. La abarroté de muchas cosas que creí que me harían falta durante el viaje. Al principio eché lo que más quería. Pero recordé a mi madre y acabé llevándome protector solar, un botiquín, y el maldito set de costura. Nunca se le dio bien coser, pero siempre lo hizo con delicadeza.
Luego cogí somníferos, no me gusta soñar despierto. Unos cuantas bolsitas de autoestima de emergencia, una caja de egoísmo y me monté en aquel tren.
Muchas han sido las paradas y viajeros. Muchas las cosas aprendidas y compartidas. Hubo una parada en la que quedé fascinado, y que no olvido. Otras con un gran catálogo de ofertas. Otras fugaces y destiladas. Y aquí sigo, mirando el paisaje ajeno a mi viaje, con el reflejo de un viajero al que ya no le queda autoestima de emergencia y cuyos remiendos están cediendo ante tanta parada destilada.
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