Algunos saben a café, llenos de compañerismo y camaradería. Otros insignificantes te sorprenden con un leve apretón bajo la escápula. Hay eternos al igual que los hay breves. Hay cálidos y hay lejanos. Existen escritos, que de poco sirven. Hay llenos de recuerdos y otros impregnados de otros tantos. Ninguno sobra y muchos se esconden. Ninguno repetido, ninguno torpe.
Me quedo con los tímidos que no sueltan, se aferran; y que una sonrisa oculta te cuidan la espalda mientras tú desciendes para acurrucarte en, lo que en ese momento, es el mejor sitio del alma.
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