Entró a escondidas, sin grandes festejos. Como si estuviese allí desde hace mucho tiempo esperando a nadie. Algo roto lanzaba cualquier caricia fuera de su alcance. Algo lindo le doblegaba a una sonrisa limpia de ternura y miedo. Me miró interrogante. Se quitó la boina y me acompañó hasta que quise abrazarlo, acercarlo y calmarlo. Fue cuando me di cuenta de que él ya estaba abrazándome con el mismo miedo, con la misma ternura, con la misma boina.
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