Trago. Degluto despacio y con duro esfuerzo. Una lágrima que se derrama por mi mejilla enciende la sonrisa amortajada y enterrada. Esa que respira profundo y exhala mi llamarada.
Algo ha vuelto a casa, y su calidez inunda de olor a té todas las estancias. Se desliza entre cada mueble y calla. Se posa cual polvo en las ventanas y de repente, estalla.
YA vuelve a ser lo mismo, nada.
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