Para Laura

Ya no me nace introducirme en lo profundo. El tren que me solía recoger de mi estación, en la que tantas veces me he visto con la bufanda de colores dispuesto a embarcar, esta vez ha pasado de largo. El billete se ha quedado frío en las manos, destiñéndose sus letras mientras, como siempre, llovía en la intemperie. Y miro el tren alejarse hacia mis profundidades, en las que tantas veces hice turismo.

Y pasa de largo dejándome en el mismo sitio, sin un plano, una guía de la ciudad a la que siempre vuelvo y que se me hace extraña ahora. Pienso en la comodidad de los campos oscuros, pero suaves, de mis tierras. Añoro el paseo lánguido de mis pies pisando hojas secas de tanta vegetación muerta. El arroparme en sus rincones blandos. Ya no sé si quiero montar en el tren, o es el tren que cumplió su cupo de viajes. Me pregunto si es necesario sentir(me). Si es que todo lo que aprendí allí, cuyos regresos siempre fueron triunfales me impulsaban a sentir orgullo, ya ha llegado a su límite. Quizá sea necesario esperar un tren más grande, más oscuro y violento que me lleve a sitios de donde hay gente que no regresa. Donde muchos se rindieron y perecieron. O simplemente se acomodaron en esas otras tierras donde ya no hay triunfo a la vuelta, pues no vuelves (si lo haces) siendo el mismo que partió.

Quizá sea el momento de esperar otro gran reto. Pero me descubro sin ganas. Ya no son fuerzas, o esperanzas. Son apetencias las que no están. Y es que sin apetencia, sin al menos alguna incómoda chincheta en el asiento de mi actual emplazamiento no hay dinero para comprar un billete. Me gasté todo el dinero restante, acumulado con mucho esfuerzo en este último tren que no pasa. Y ahora miro el billete inútil, inerte.
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Maldita sea.
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Toda salida es agria. Los transeúntes ya no se disfrazan. No hay compasión en sus palabras.

He muerto; no física ni emocionalmente. Es una muerte vacía. Donde sólo deja un cuerpo que camina y siente, que habla y no dice, que ya no le importa, nada.

Me quedaré mirando el reloj de la estación. Si no sabe uno dónde moverse, parece mejor permanecer en un banco.

Solo. Inerte. Cansado. Ausente.

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