Men-tiras

Imagínate un mundo donde todo el mundo miente, en cualquier entorno, por cualquier razón y a cualquier persona; pero de forma aleatoria. Unos mienten por pereza, y no dar explicaciones. Otros por norma, porque no creen que haya que dar explicaciones. Algunos por defecto, así les es más fácil inventarse la explicación. Hay quien miente por miedo, a que no lo descubran, a que no se les descubra, o a no descubrirse. Pocos mienten sin saberlo, pues ya se mienten al convencerse de su bondad en su fechoría. Pero si de algunos ese mundo está repleto es de los que mienten por compasión y condescendencia.

Estos últimos son la estirpe mejor preparada. Sobreviven a viento y marea, como los que tienen fe se escudan en su creencia para sentirse instrumentos de dios realizando algún acto de valentía divinamente coronada. Estos mienten por no sentir. Mienten por no atrever a tocarse, a acariciarse, a lamerse, a ensuciarse. Sus mentiras salen fluidas, pues su escudo es su muerte. Se protegen de sí mismos justificando la mentira y volcando toda responsabilidad en el otro agente. Porque no quisieron hacer lo que han hecho, y sin embargo lo hicieron. Porque no quieren asumirse, pelearse y adentrarse en las razones de sus actos. Porque están hartos de sí mismos y es más fácil culpar al otro de su propia mentira, recibiendo una dosis de reciprocidad compasiva. Porque tener pena te aplana, te enorgullece y viste de mejores galas las peores intenciones. Porque así, mientras te mienten, te sugieren cómo afrontar tu muerte de la que ellos mismos fueron verdugos. Y mienten.

Mienten.

Mienten.

Y es el otro, desarmado, dado muerto y aún caliente quien alza la mirada para ver a un verdugo que sólo quiere ayudarle, con su escudo hostil, con su mano aún, de sangre manchada y con sus buenas palabras para ayudarle a coserse entero de sus propios cortes.

No señores. Eso mismo es la falacia del «valiente». Que se crece en tu muerte, mientras apacigua y calma un hedor, un monstruo, al que no da muerte. Porque lo alimenta mientras te miente, lo acaricia mientras te siente pena, lo cuida mientras te pisa. Su mentira no era la opción cobarde, pero tampoco fue la valiente.

Su mentira no era la opción cobarde, pero tampoco fue la valiente.

Mientras tanto, el mentido asiente. Se prepara para su propia muerte, haciendo eso que su verdugo no tuvo valentía para hacer. Porque el que miente por condescendencia en ese mundo no es más que un ser que ansía lo que tienen a los que miente. Pero no conocía otra manera, no pudo escoger consciente, por eso… escogió tu muerte que nada matará, salvo su propia muerte.

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