Ayer hablé con una piedra.
En uno de esos momentos en los que el Universo parpadea y permite que lo lógico y lo ilógico no sean opuestos, hablé con esa piedra.
Mantendré en todo el relato su nombre omiso, para guardar su anonimato.
Me habló del Big Bang y de su nacimiento, de cómo fue polvo de estrellas y humano. Me habló de hastío y de recuerdos, de lazos de amor y de miedo.
Me dijo que fue una egoísta. que la vida hay que beberla despacio, porque cuando uno quiere seguir bebiendo de nuevo, la avaricia te rompe el vaso.
Dijo que la vida no es nuestra, que es una botella compartida por tantos. Que alargarla artificialmente es coger más de lo que nos toca y, que eso fue su desgracia.
Hablé con la piedra y me dijo, que sacrificó la vida por su vida eterna. Que lo que antes eran abrazos, ahora eran golpes con otros. Que ya no encontraba objetivo, pues eterna vida le espera, para beber, sola, de su única botella.
“Brindemos pues, piedra”, le dije.
“Brindemos por este preciso momento.
Brindemos juntos, ahora,
por este río que nos mantiene en movimiento.”
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