Pescado

 


No puedo imaginarme sin ser lo que me reiteran que soy. 
No puedo salirme del paradogmático clima que me empapa hasta los huesos más maricas.
Me lanzan rayos desde sus nubes soleadas de privilegio. Y me observan.

Pero no me ven.

Para ser visto hay que existir en sus realidades y sintáxis. En sus esquemas de material.

No soy.

¿Quién hablo?

No sé qué partes son acaso mías, genuinas, naturales, nativas, pescado.
La masculina naranja llena de celulitis me apremia a bailar su son racista y misógino de culturas robadas. 
La blanquitud me susurra futuros de aceptación y yo
sólo quiero abandonarme en mi abandono.
Desprenderme de los constructos y normas.

Pescado

Y que me metan en una caja inexistente con dos pequeños orificios para mis ventanas.
Y viajar llenándome de la nada. Y del todo.
Y recuperarme si es que alguna vez hubo un algo, un otro que se me haga extraño.

Y no puedo más. La comodidad privilegiada me ancla como la rendición a la nada.
No soy tan valiente.
Soy temeroso del antiretorno.
Del juego infinito del género con dos reglas.

La opresión es algo estupendo. Pero yo exijo mirar hacia abajo.
Un nivel
Dos infiernos
Tres culturas
Cuatro

Pescados

La sintaxis me advierte, "ya está bien de tanto juego
no vaya a ser que seas visto y que puedas llegar a ver"
Al otro.

Estoy pescado

A veces envidio poder ponerle nombre a mis estados, y así, crearlos.
Como el que dictamina la realidad hablando. Pero yo no.

Yo no hablo

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